Casas bonitas y elegantes con tejas grises, fuentes otomanas adornadas con motivos arabescos, numerosos callejones de piedra al fondo de los cuales aparece el mar maravilloso del Golfo Argólico.

Un lugar donde domina la nobleza, el encanto y la atmósfera de una época remota. Nafplio, en la región del Peloponeso, la primera capital de Grecia en los primeros años de su independencia después de la guerra contra el imperio otomano (1821-1832). La ciudad entera se parece a un museo “al aire libre”, gracias a los restos de su larguísima historia.

999 son los escalones que llevan desde el asentamiento antiguo hasta la cima de la colina, donde se encuentra Palamidi, una fortaleza impresionante, construida el siglo XVII por los venecianos, con vistas al mar y a toda la ciudad. En muchas partes se puede ver el León de San Marco, símbolo característico de los venecianos. Bajo las rocas hay un camino peatonal de 1 km, que rodea el sitio, ideal para dar un paseo.

Exactamente frente al mar está Burtzi, un castillo de forma hexagonal sobre un islote. Durante la historia el castillo sirvió de prisión, de residencia de verdugos, de hotel de lujo, de restaurante etc. En los últimos años dicho castillo ha pasado a ser espacio cultural.

Por doquier en la ciudad hay monumentos y estatuas de personalidades emblemáticas de la historia moderna del país. Entre otros, merece la pena visitar el Museo Arqueológico con sus tesoros de la antigüedad y el edificio del Ayuntamiento que fue la primera escuela secundaria de Grecia.

Aparte de los venecianos, en la ciudad han dejado también su sello los otomanos. Las dos mezquitas son características de esta influencia. La primera alberga hoy un cine, mientras que la otra, después de algunos cambios en su arquitectura por el arquitecto griego Valianos, albergó el primer parlamento helénico.

En una calle de la ciudad, entre los edificios neoclásicos y los patios florecidos, está la iglesia de San Spiridon, donde fue asesinado Kapodístrias,(1776-1831) el primer gobernador de Grecia independiente.  

Merece la pena degustar la gastronomía local. Las tiendas están repletas de objetos de artesanía local.

(C.S)

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