Nacido en Atenas en 1935, Alekos Fasianós comenzó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Atenas (1956-1960) y luego continuó con estudios de litografía en París. Su primera exposición individual se organizó en Atenas en 1960. Esta primera exposición fue seguida de una serie de muestras en Grecia y en el extranjero, en varias ciudades como París, Múnich, Hamburgo, Milán, Zúrich, Estocolmo, Londres y Tokio. Además de la pintura y el grabado, Fasianós también trabajó con la ilustración de libros, las artes aplicadas y la escenografía para el Teatro Nacional (los años 1975, 1976 y 1978).
Los rasgos característicos de su pintura se forjaron gradualmente durante su estancia en París, donde el pintor se familiarizó con las tendencias artísticas de los años 60, pero sin completamente aceptar los movimientos vanguardistas europeos de la época. Para Fasianós, la verdad del arte consiste en la creación a su manera y no en la forma dictada por cierta escuela. Fiel a la pintura figurativa y a la herencia griega, respetó las enseñanzas recibidas de la generación de los años 30. Al mismo tiempo, mantuvo su amor por el arte griego (antiguo, bizantino, folklórico).
La figura humana protagoniza su obra. En primer lugar, se representa con una simplicidad para a continuación evolucionar y adquirir una presencia dominante en el espacio. Está diseñada con contornos simples y claros, en composiciones con sombreado mínimo. Los motivos, puramente antropocéntricos, que a veces aparecen en sus pinturas (ciclistas, fumadores, parejas románticas), así como los que describen objetos o espacios, están inspirados en la vida familiar diaria del artista y adquieren una dimensión mítica en sus obras, especialmente cuando hay referencias directas a figuras de la mitología griega.
El color a menudo se distribuye de manera intensa y uniforme en sus obras, aportando una monumentalidad imponente a la imagen, con un efecto más poético que realista. Fasianós pone sus colores en tonos grandes y uniformes, usando un pincel fino para resaltar los detalles. En su paleta el pintor favorece toda la gama del azul, desde el más brillante hasta el más pálido, y también el rojo bermellón, el verde intenso, oro, plata u ocre.