Desde hace dos meses, algo muy hermoso está sucediendo en Lesbos. Con pocos materiales y mucho talento se está creando un admirable espacio de entretenimiento y ocio. Su nombre lo dice todo: «Una familia feliz», y así, como una gran familia feliz, pretende funcionar este centro social que aspira a ser un cobijo de alivio y esperanza para más de 4.000 refugiados e inmigrantes que permanencen todavía atrapados en la isla. La idea pertenece al grupo de la Cruz Suiza que, después de los campos de «Karamanlís» y «Frakaport» en Sindos, decidió extender su actividad también en Lesbos.
Sin embargo, la relevancia y particularidad de ese esfuerzo radica en el hecho de que cada detalle, pequeño o grande, es fruto de la imaginación y el trabajo de la gente a quienes va destinado el proyecto «Una familia feliz». Como explica el colaborador de la Cruz Suiza, Aquiles Peklaris, al periódico griego To Ethnos, «nuestro trabajo se asienta sobre un principio básico: que el ambiente es un factor determinante del comportamiento humano y que, cuando las personas se sienten bien, crean cosas muy bellas. En Lesbos hemos querido crear un clima diferente al del centro de acogida (hotspot) de Moria. Por esta razón, invitamos a los niños de Moria y les pedimos que hicieran ellos mismos el centro social». «Les preguntamos qué materiales necesitaban, nosotros se los proporcionamos, y ellos a su vez pusieron mucho amor e imaginación y así llegamos a este maravilloso resultado. Este trabajo me hizo repensar que no debemos ver a estas personas como un problema sino como un incentivo muy útil. La mayoría son chicos jóvenes formados y con talento, ansiosos de trabajar; no les gusta estar desempleados, por eso cuando se les ofrece un estímulo, pueden crear cosas realmente únicas», añade.
Al principio y después de haber vivido las circunstancias trágicas de la travesía por el mar y el aislamiento social una vez llegados aquí, y con el recuerdo todavía vivo de la muerte de tres personas el pasado enero en el Centro de Acogida, los «niños de Moria» eran muy recelosos. Pero poquito a poco se han ido forjando lazos de confianza, un cambio que se reflejó en seguida en sus caras, destaca Aquiles Peklaris.
«Dos meses han trabajado incansablemente y sin ninguna queja. Aquí en «Una Familia Feliz» todos se han sentido como miembros de una gran familia. En este centro social, que aún no está del todo terminado, puede alguien, entre otras cosas, tomar su café, ver películas o comer en el comedor del centro en el que se sirven comidas de los comedores sociales. También, puede jugar al backgammon, visitar y consultar la biblioteca pero, sobre todo, relacionarse con otros o divertirse con la familia.
Un proyecto colectivo
En el patio y los jardines del centro, el visitante percibe un ambiente colorido que cambia el estado de ánimo ya desde la entrada. “Con las pinturas sobrantes se pintaron hasta las jardineras de piedra y las vallas del recinto», dice Milount un joven argelino de 29 años, autor de esta pequeña obra de arte.
Su propia pincelada artística dejó, también, Mahmoud, un sirio de 36 años y pintor profesional de la calle: «En las paredes de Siria -las que todavía quedan de pie-, se pueden ver varias de mis creaciones. Me alegré por haberme ofrecido esta oportunidad después de estar seis meses en Grecia. Antes nadie se había interesado por mí «, dice.
Son muchos los jóvenes que participan en montar ese centro, pero aún muchos más los que encontrarán aquí un refugio tranquilo lejos de Moria y de sus problemas.
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