Argentiera, así llamada por los venecianos, debido al color de sus rocas que la hacían brillar como una joya bajo el sol griego.
Es Kímolos, una isla pequeña y tranquila, de color blanco-tiza, un paraíso escondido de las Cícladas, rodeado por las aguas turquesas del mar Egeo.
Aunque el lugar no es tan popular, los ultimos años cada vez más turistas discubren este paraíso. La capital de la isla, Jorió, a sólo 1,5 kilómetros del puerto (Psatí) encanta a todos los visitantes, con sus casas cuidadosamente arregladas, sus patios y jardines florecidos, sus callejones pintorescos.
En el centro del asentamiento existe un castillo medieval, un Museo Arquelógico y un Museo Folklórico. En la capital existen también, muchas capillas preciosas y restaurantes con comida típica. Hay también molinas del viento por doquier.
Además, hay una biblioteca creada por un grupo de voluntarios que vale la pena visitar. Por la noche los habitantes se reunen en la plaza central de la capital, que da al islote «Políegos», un islote pequeño deshabitado, con especies raras de flora y fauna y con costas intactas por donde pasan yates de todo el mundo.
La isla tiene una variedad de playas bonitas, con arena o con grava, como Prasa, Aliki, Kalamitsi, Bonatsa, etc, aunque algunas de estas no son accesibles por tierra y es necesario coger un taxi acuático. En la playa Elínika, bajo el agua, se encuentran los restos de una antigua ciudad hundida, fenómeno extraordinario para los amantes del buceo.
Una de las atracciones más impresionantes de Kimolos son las formaciones geológicas por la actividad volcánica, la más característica es la del “Skiadi”. Se trata de una roca inmensa, ubicada en el monte Sklavos, que tiene la forma de champiñón.
Finalmente, «Sírmata» se considera otra atracción destacable. Se trata de cuevas en las rocas, cerradas con puertas coloridas de madera, endonde los habitantes ponen sus barcos durante el invierno.
El acceso a Kímolos se hace desde el puerto de Pireus o de la isla de Milos en ferry. (C.S)
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