Empieza mañana (3 de junio) el III Congreso Internacional de Historia Oral bajo el título “Anti-archivos: reexaminando la historia desde abajo”, dedicado a la memoria de Alkis Kiriakidi, una vanguardista antropóloga social que introdujo la historia oral en la Universidad de Aristóteles de Tesalónica.

“La historia desde abajo” da voz a sujetos y grupos sociales olvidados por los archivos oficiales, razón por la cual es considerada como un instrumento eficaz para la democratización de la historia y la creación de un “anti-archivo” capaz de poner en tela de juicio el discurso historiográfico hegemónico que configura la memoria colectiva dominante. Pero aparte de ser una valiosa herramienta de investigación académica puede, también, convertirse en un medio de intervención social capaz de fortalecer a grupos sociales marginados.

Es evidente que la historia oral no se limita solamente a una perspectiva “desde abajo”; tampoco los testimonios orales constituyen per se un “anti-archivo”. Se trata simplemente de un intento para que estos nuevos archivos (notas y testimonios biográficos on cámera, páginas en las redes sociales, blogs personales) den lugar a nuevas formas de cultura pública y de memoria colectiva. Este tipo de archivos se están creando actualmente en todas partes “desde abajo” por distintos colectivos locales.

Según Riki Van Boeschoten, profesora de Antropología Social en la Universidad de Tesalia, “la relación entre la Historia Oral y la Historia Pública es muy compleja, multidimensional e interactiva. Los testimonios orales a veces refutan o cuestionan el discurso hegemónico tal y como este se transmite por medio de las escuelas, exposiciones museísticas o actos públicos conmemorativos. Otras veces enriquecen la imagen de la historia pública con nuevos datos o plantean nuevas cuestiones”.

Y para ilustrar la importancia de la historia oral, la profesora invoca el ejemplo de la reciente actitud solidaria de los griegos con los refugiados. El flujo masivo de refugiados desde las costas turcas hasta las islas griegas del Mar Egeo ha reactivado la memoria colectiva de los refugiados griegos del Asia Menor en 1922 o los flujos migratorios durante los años de la ocupación alemana. Además, el cierre de las fronteras europeas despertó los recuerdos de “nuestros refugiados” de la guerra civil. Parece pues que la memoria colectiva ha jugado un papel muy importante, desatando una ola de solidaridad en un país que unos años anteriores había sido tildado de uno de los más xenófobos de Europa.

El Congreso -que dura tres días (3-5 de junio)- es organizado por la Universidad de Aristóteles de Tesalónica, la Asociación de Historia Oral (EPI), la Universidad de Macedonia, el Achivo Histórico de Refugiados y el Museo de Cultura Bizantina de Tesalónica. Participan en él más de 85 científicos de diversas disciplinas, procedentes de Grecia y de varios países de todo el mundo.

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