Con su majestuosa presencia dominando la legendaria Plaza de Syntagma, en pleno corazón de Atenas, el Hotel Grande Bretagne ha sido testigo de los grandes acontecimientos de la historia de la capital helena y por sus pasillos y salones desfilaron las mayores personalidades del siglo XX.
Su historia comienza a mediados del siglo XIX cuando, con el inicio del ocaso del Imperio Otomano y la constitución del primer Estado griego, Atenas empieza a atraer una considerable parte de la boyante burguesía griega de la Diáspora, que vuelve a su patria con la intención de reivindicar la herencia de sus antepasados. Entre ellos está el rico comerciante de la floreciente comunidad griega de Trieste, Antonis Dimitriu, quien en 1842 compra un lote de tierra ubicado enfrente del palacio real de la época (hoy Parlamento griego) para albergar a su familia y sus actividades comerciales. Fue el propio rey Oto quien aprobó los diseños del arquitecto danés Teófilo Hansen, artífice principal de la renovación arquitectónica de Atenas en el siglo XIX. La gigantesca mansión Dimitriu, que contaba con 90 habitaciones, fue en su época la residencia más grande de la capital griega y la primera estructura del hotel actual.
No pasa mucho tiempo desde su construcción y el edificio cambia de uso y de propietarios. En el breve intervalo entre 1860 y 1874 el edificio albergó la Escuela Arqueológica Francesa en Atenas y, en 1874, el edificio fue comprado por un visionario hotelero griego, Efstathios Lampsas, quien sentó las bases del turismo de lujo en Grecia. Rápidamente el suntuoso hotel, y en especial su restaurante, se convirtieron en principal punto de encuentro de la alta burguesía ateniense de la época, mientras que en los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna (1896), Grande Bretagne fue la sede oficial de las misiones extranjeras y recibió a muchas personalidades políticas, representantes diplomáticos y miembros de la realeza europea que quisieron asistir a los Juegos.
Durante la ocupación alemana (1940-1944) el hotel paraliza sus actividades habituales, ya que en él se instala el cuartel general del III Reich. Finalizada la II Guerra Mundial y tras la retirada del ejército alemán, el hotel se convierte en sede de las negociaciones diplomáticas de paz entre el Gobierno griego de Yorgos Papandreu y la representación británica. Pero los miembros del movimiento de la resistencia contra los alemanes (EAM), que se oponían a la interferencia británica en la política interna de Grecia, planearon hacer explotar el hotel en el que se alojaba el cuartel general de las Fuerzas Británicas. La operación fue suspendida en el último momento cuando se supo que el mismo Winston Churchill iba a ser alojado en el hotel durante su breve estancia en Grecia para negociar el acuerdo de paz.
En los años de la Guerra Civil griega (1946-1949) acoge a muchos refugiados y hasta 1956 no recobra su función original. Es entonces cuando vuelve a abrir sus puertas a las élites políticas, económicas y sociales. Tras la caída de la dictadura de los coroneles, en 1974, Konstantinos Karamanlis vuelve del exilio y pasa cinco meses en una suite del magnífico hotel, en la que formó el primer gobierno democrático de la transición. En el mismo año el arzobispo chipriota Makarios se dirige a todos los griegos desde la segunda planta del hotel tras el fallido atentado contra él y la reciente invasión turca en Chipre. Desde entonces varios dirigentes utilizarán el balcón de Grande Bretagne para los mítines finales de las campañas electorales, entre ellos Konstantinos Karamanlis, Georgios Rallis y Andreas Papandreu.
En 2003, tras un cierre de un año que hizo posible su rehabilitación a fondo, Grande Bretagne recupera su viejo esplendor de cinco estrellas y, desde entonces, continúa deleitando a sus ilustres huéspedes con su legendaria hospitalidad y su estilo emblemático. Con casi 150 años de historia, el hotel Grande Bretagne sigue siendo todo un símbolo y referente de Atenas.
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