Nacido en Atenas en 1937, Konstantinos Tsukalás es sociólogo, profesor emérito de la Universidad de Atenas. Enseñó en París entre 1968 y 1985, siendo uno de los más influyentes sociólogos de su generación en los ámbitos de Historia Social y de Teoría Política y Social. Es autor de varias obras de las cuales podríamos destacar a título indicativo: «La tragedia griega» (1968), «Grecia:de la independencia a los coroneles», «Dependencia y reproducción, el papel social de los mecanismos educativos en Grecia», «Estado y desarrollo social», «La política hoy: Nikos pulantzás y la actualidad de su obra». Actualmente dirige la Fundación Helénica de Cultura. En una entrevista a GréceHebdo y Greek News Agenda aborda la situación griega en medio de la actual crisis que él mismo considera «internacional» y «sin soluciones inmediatas».

No parece Usted muy optimista al afirmar que estamos al principio de una crisis tanto a nivel nacional como internacional. ¿Cuál es la envergadura de esta crisis ?

Se trata de una crisis en primer lugar europea y por excelencia griega, y no es cuestión de optimismo o pesimismo. Nos encontramos ante unos retos enormes -yo diría colosales- y dedemos hacer todo lo posible para enfrentarnos a ellos. Es una situación imprevisible y al mismo tiempo catastrófica. No es solamente una crisis económica, sino también política, ideológica, moral y constitucional. Estamos viendo claramente que todos los países intentan, sino reconsiderar sus constituciones, al menos reinterpretar sus márgenes constitucionales. En la presente coyuntura está también la crisis de refugiados sin que se vislumbre una solución posible en el futuro inmediato. Parece improbable que se llegue a una solución adecuada en los próximos meses.

Entre tanto, los volcanes se están activando produciendo muchos cambios interiores cuyas ramificaciones y extensión se desconocen por el momento completamente. Se trata de una cuestión ideológica pero, también, política. No sería ninguna casualidad si la extrema derecha tomase el poder en todos los países europeos. Y no me refiero solo a Francia; quizá el caso francés sea el menos importante, ya que ahí la derecha empieza a adoptar posiciones más o menos conservadoras. Si observamos lo que pasa en Hungría, Alemania o Grecia, las perspectivas no son nada buenas. Estamos ante un problema político que podría acarrear explosiones, inclusive la explosión del mismo sistema europeo. El «Brexit» inglés no sería más que un acontecimiento de poca importancia en comparación con lo que podría ocurrir en el caso en que Europa no encontrase una solución inmediata a sus conflictos internos.

Observando todo ello, sí que soy pesimista porque no hemos encontrado los mecanismos y procedimientos aquellos que pudieran llevarnos a una solución. Es más, estamos todavía lejos de una solución posible. Miren lo que pasó hace unos días en Idomeni. Es evidente que si todo ello continúa así habrá muertos y violencia; y no será solamente una violencia provocada por los bombardeos en Siria, sino que será una violencia que emanará del cierre de las fronteras y del hecho de que los europeos no son capaces de reunirse y sentarse a hablar sobre una base común. Estamos ante una situación de absoluta incertidumbre. Por esta razón no es que me siente pesimista, pero sí que me siento perdido en las ruinas de la historia. No puedo prever nada; lo único que puedo hacer es comunicar mis posiciones y puntos de vista. Es lo máximo que se puede hacer. Veo a Grecia en una situación insostenible y, según distintas ópticas, las cosas hubiesen podido evolucionar de manera diferente. Pero no es una cuestión que atañe solamente a Grecia; es una cuestión internacional y por tanto su solución deberá también ser internacional.

¿Cómo podríamos presentar la Grecia actual a un público extranjero?

Grecia forma parte de Europa. Y no lo digo desde un punto de vista histórico y cultural bien sabido desde hace tiempo. Institucionalmente hablando, Grecia es parte de Europa y los griegos tienen conciencia de ello. Solamente una escueta minoría de griegos concibe el futuro del país fuera de la Unión Europea. Es una cuestión que ya no se plantea.

Dicho esto, creo que lo primero que debemos hacer es derribar los estereotipos adoptados por no pocos periódicos europeos que intentan presentar a los griegos como unos vagos o unos subdesarrollados. Es una simple idiotez. Un ejemplo sería más que suficiente: El tiempo medio de trabajo de los griegos supera de un 40% la media de los alemanes. En lo que concierne a la organización, está claro que en un país donde predominan el capitalismo menos desarrollado y la pequeña propiedad el capital no puede organizarse de la misma forma que lo ha hecho y lo hace en los países aquellos donde viene acumulándose desde muchas generaciones atrás.

Por consiguiente, habrá que buscar la manera de contrarrestar este ataque ideológico que nos lleva a pensar en lo que Edouard Saïd denomina «El orientalismo». Se dice que somos orientales. Cuando ese discurso orientalista se basa sobre una documentación totalmente errónea, habrá que contrarrestarlo con una presencia continua y sistemática de la creatividad; lo que no es nada fácil puesto que la condición previa para ello es la existencia de una política cultural. Debemos presentar y dar a conocer los productos de la cultura griega actual, y hacerlo siempre en colaboración con las instituciones existentes tanto griegas como internacionales.

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