Polifacético y multivalente, Alexis Díaz Pimienta se expresa en todos los géneros literarios y tiene en su activo una abundante y variada bibliografía traducida en varios idiomas. Estuvo con nosotros en el marco de la 5ª edición del Festival de Literatura Iberoamericana LEA regalándonos una larga e interesante charla que queremos compartir con todos ustedes a través de estas páginas.
Dado su origen cubano y su presencia en Grecia, ¿qué similitudes y qué diferencias ha detectado entre los dos pueblos?
En tan pocos días sería aventurado hacer un juicio comparativo. Creo que si en algo nos parecemos ahora, el pueblo griego y el cubano, es en el espíritu de supervivencia ante las adversidades. Grecia atraviesa por una enorme crisis. Nosotros llevamos varias décadas de crisis permanente.
Aquí, en medio de la debacle económica y social, he asistido a un Festival de Literatura, lleno de público, he vivido el Día de la Música con Atenas salpicada de conciertos, grandes y chicos, he respirado cultura por los cuatro costados.
Lo mismo que en Cuba. Nunca se dejó de escribir, cantar, pintar, bailar, entregar y recibir arte; incluso, nunca se dejó de convertir la chatarra social, las carencias domésticas, en arte; y eso lo he visto en estos, mis primeros días griegos. Siempre habrá poesía, decía Bécker; y eso se nota tanto en Grecia ahora como en la Cuba de los años 90. Escribíamos y cantábamos para sobrevivir: alimentábamos el espíritu cuando el cuerpo pasaba trabajo para alimentarse.
¿Qué es exactamente el repentismo –poesía improvisada y cómo funciona? ¿Cuáles son sus fuentes de inspiración cuando actua como repentista?
El repentismo es el arte de la improvisación poética, en cualquier forma, estilo, estrofa, idioma. La improvisación de versos en formas estróficas clásicas. En el caso cubano, como en el argentino, el uruguayo, el panameño o el puertorriqueño, la estrofa reina es la décima, pero hay improvisación en muchas otras estrofas en muchos otros países (cuartetas y redondillas, en Dominicana y en Colombia; quintillas, en Andalucía y Murcia, España; octavillas, en Colombia; decimillas, en Puerto Rico; etcétera). En todos los casos, es un arte verbal, esencialmente dialógico, cantado o salmodiado, aunque yo he estado potenciando cada vez más el repentismo hablado. Es el mismo arte de las mandinadas cretenses, Y las fuente principal de inspiración de un repentista son las de la vida misma. Nunca antes, en ninguna otra parte, quedó mejor la mítica frase de Ortega y Gaset “yo soy yo y mi circunstancia”. Para el repentista el contexto, la circunstancia, es la materia prima principal de su obra. Y luego, o junto con esto, todo lo que constituye su ser cincusntancial: la vida, la muerte, el tiempo, el amor, el dolor, la muerte, las luchas sociales. Todo.
Nos gustaría poder reproducir aquí, en nuestra páginas un poema o un texto que usted considera representativo de su tan variada obra.
Si me permites, te daré dos de mis poemas más conocidos, y que hablan un poco de mi vida de poeta trotamundos, cosmopolita, nutriéndome de las “trivialidades” de la vida. Yo, en realidad, me siento como un “cazador de poemas”, evocando la metáfora de Jan Sjacel, cuando decía que “los poetas no inventan los poemas / el poema está en alguna parte ahí detrás / desde hace mucho tiempo está ahí / el poeta solamente lo descubre”. Yo pienso lo mismo; el poema siempre está ahí (ahí fuera, o “ahí dentro”), y a nosotros, los poetas, solo nos toca descubrirlo. Un poema puede estar en el simple vuelo de un avión, en los ojos de un niño, o en una puerta de ascensor cerrándose, como en estos dos casos:
La muchacha de los ascensores
Siempre hay una muchacha
que llega al ascensor en el último instante
para que alguien, gentil, detenga con la mano
la puerta automática.
En Madrid, en Bogotá, en La Habana,
en un hostal de Órgiva o en un hotel de Medellín.
Siempre hay una muchacha, y es la misma.
Lo he descubierto casualmente.
Le he dicho: –Ya te esperaba, entra.
Y ella, con disciplina de muchacha atrasada,
se ha acomodado al fondo, donde siempre.
Todos la miran de soslayo, pero luego la olvidan.
Ella nos mira a todos, con familiaridad,
con la certeza de hallarnos en el próximo ascensor,
dentro de poco. Le he dicho: –Ya te esperaba, entra.
Pero ella sabe que la he esperado en todas las ciudades
y que esta escena se repetirá hasta el último edificio.
En Cartagena del Caribe y en Cartagena del Mediterráneo,
en México, en Milán, en La Habana de nuevo.
Sonríe y no me mira. Ha descubierto que también soy el mismo:
el oportuno dueño de la mano que detiene la puerta.
Sonríe y no me mira. Así está bien.
Si se distrae, puede ocurrir que llegue
antes de tiempo al próximo ascensor,
en cualquier parte.
(De Cuarto de mala música, Ed. Regional de Murcia, 1995)
Cuéntenos cómo transcurre su vida en España y qué diferencias y similitudes a nivel cultural o social ve entre su país natal Cuba y España?
Cuba y España, pero sobre todo, Cuba y Andalucía, donde vivo, tienen una relación casi sanguínea, muy estrecha, a nivel cultural, musical, sentimental, histórico. En general, los cubanos nos sentimos muy cómodos en España, menos extraños que en cualquier otro país europeo, o latinoamericano, incluso. Y no solo por el idioma. Para un cubano estar en Andalucía o en Canarias, por ejemplo, es como estar en casa, aunque parezca un tópico. E incluso, en sitios donde el carácter es más “árido”, como Castilla, o el País Vasco. La protagonista de mi novela Maldita danza (Alba, 2002) llega a decir, incluso, que el cubano en España es un extranjero que viven en un pasillo intermedio entre las paredes de la xenofobia: no se siente (ni lo ven) como un “sudaca”, pero tampoco como un “guiri” (inmigrantes europeo). Es de una “extranjeridad” especial (para lo bueno y para lo malo). Los españoles tiene incluso una frase lexicalizada, convertida en refrán (el mayor certificado para cualquier frase): “Más se perdió en Cuba”, una frase que esgrimen como autodefensa ante cualquier adversidad, como conformidad y consuelo. Hasta un programa de la TV lleva ese nombre: “Más se perdió en Cuba”. Y por supuesto, se refieren a la pérdida de la isla como colonia, en el ya lejano año 1898.
Con la perdida de Cuba comienza la trágica “crisis del 98”, España pierde su “título” de Imperio y entra en un hueco emocional, psicológico, psico-social, que aún tiene huellas. En resumen, España y Cuba se tocan mucho, por eso los españoles se sienten cómodos en Cuba y viceversa. Otra cosa es la vida cultural, que en España varía mucho, según la región o la provincia (no es lo mismo Barcelona o Madrid, que Almería, por ejemplo) y en Cuba hierve de una manera más uniforme, aunque hay tres ciudades que destacan: La Habana, Santiago, Villa Clara.
Te resumo: Cuba es una gran orquesta donde cada uno toca un instrumento, y el que no toca, canta, y el que no canta, baila, y el que no baila, aplaude, todo el mundo participa del concierto (y no solo hablo de la música). Literariamente, además, es una isla rica en creadores y barroca y abigarrada y mutante, en la que ha llovido tanto que el talento se da en estado silvestre, y encima, aunque haya fertilidad natural, existe una gran voluntad institucional de apoyo a a esa flora y fauna creativas. Cuba es un hervidero constante de creatividad, aunque esa efervescencia creativa no se note tanto fuera. Por ejemplo, literariamente hablando, Cuba es una isla. Es decir, más allá de su condición geográfica.
Nuestra literatura vive aislada del resto de las literaturas, sin contacto real con el mercado del libro y todo su entramado extraliterario. Y esto tiene sus ventajas y sus desventajas. Para algunos, muchas desventajas; para otros, unos niveles de independencia creativa envidiables. Y en todo esto, yo soy una entelequia: un islote fuera de la isla, que escribe “desde dentro” de la isla, y a la vez, un islote dentro de la isla, pero que escribe desde fuera. Un satélite. Un cabo suelto. Un nómada, un trotamundos literario (a mucho gusto).
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