Hoy es un día, sin duda, difícil para Europa. El proyecto de integración europea ha sufrido un golpe fuerte.
La decisión del pueblo británico se respeta, pero confirma una profunda crisis política, una crisis de identidad y de la estrategia para Europa.
Y no vino caída del cielo. Los mensajes fueron enviados hace mucho tiempo y desde muchas direcciones diferentes. El aumento explosivo de las fuerzas de la extrema derecha y de los nacionalistas en Europa central y del norte, presagiaba ésta evolución negativa.
Las opciones extremas de austeridad que ampliaron las desigualdades tanto en los países del Norte y del Sur como dentro de los países europeos.
La solución ‘á la carte’ de la crisis de los refugiados, las fronteras cerradas, las vallas y las acciones unilaterales.
La negativa de compartir la responsabilidad y la carga tanto en la crisis de la deuda como en la crisis de los refugiados, ya había dado la señal de una crisis prolongada del proyecto europeo.
Y ahora todos tenemos que reflexionar. Primero y ante todo tenemos que preguntarnos:
¿Cuál es la causa fundamental de la crisis europea?
¿Quién es responsable de la difusión del nacionalismo y de la extrema derecha que son la punta de lanza de los que apoyan el aislamiento?
El déficit democrático, la imposición coercitiva de las decisiones impopulares e injustas, los estereotipos divisorios que separan Europa entre el Norte trabajador y prudente y el Sur supuestamente perezoso y desagradecido.
Todos estos factores tuvieron como efecto una profunda división política y social.
La gente en los países del norte cree que pagan la factura del Sur, mientras que la gente en los países del Sur piensa con razón que el Norte no se muestra solidario, sino castiga. Y así, la brecha se está abriendo constantemente.
Así, el sentido de la visión común y de un futuro común de los pueblos europeos da paso a la supuesta seguridad de la retirada nacional. Del aislamiento nacional. Pero este camino es un callejón sin salida.
El referéndum británico será o bien una alarma para despertar al sonámbulo que camina hacía el vacío o el comienzo de un camino muy peligroso y resbaladizo para nuestros pueblos.
Y es precisamente por esta razón que necesitamos un cambio de rumbo inmediato y cambios profundos, democráticos y progresistas en Europa. Cambios de percepciones, de actitudes y al final cambios de políticas.
[Necesitamos estos cambios] para erigir un muro de contención contra el euroescepticismo y la extrema derecha. Para fomentar Europa de nuevo en los principios de la democracia, de la libertad, de la igualdad y de la solidaridad.
Necesitamos más que nunca un contraataque de las principales fuerzas progresistas europeas para detener el ataque de la extrema derecha y el nacionalismo que encuentra terreno fértil en las condiciones creadas por la austeridad y la inmunidad del mercado.
Necesitamos una gran alianza progresista para que Europa redescubra su impulso perdido y sus valores fundamentales, estos valores que la hicieron única en el mundo: La protección del empleo, el apoyo del estado de bienestar, la solidaridad europea, la protección de los derechos individuales y sociales.
Porque estos días se demostró que el discurso arrogante de los tecnócratas no solo no conmueve sino también exaspera a los pueblos europeos.
Por lo tanto, es precisamente por esta razón que necesitamos urgentemente una nueva visión y un nuevo comienzo para una Europa unida. Una nueva visión, no para menos Europa, ni tampoco para una Europa más autoritaria y más centralizada.
Necesitamos una nueva visión de una Europa mejor. Para una Europa social y democrática. Para una Europa donde la política recupere la primacía de la economía y de los tecnócratas.
Para una Europa donde sus pueblos tengan la palabra final. Y por esta Europa merece la pena luchar. Porque merece la pena luchar por nuestro futuro común.
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