Es un buque insignia de la armada griega que dominó por muchos años en el Mar Egeo y desempeñó un papel protagonista en momentos críticos de la historia griega. Se trata del poderoso acorazado Georgios Averof, cuyos éxitos le regalaron la denominación “el crucero de la suerte”. Su introducción en la flota griega fue un acontecimiento de gran importancia.
Fue construido en los astilleros en Livorno (Italia) durante 1908-1911 y su adquisición se realizó en el marco de la modernización de las fuerzas armadas del país. Fue un crucero con desplazamiento de casi 10.000 toneladas, turbinas italianas con una potencia de 19.000 caballos de fuerza, 22 calderas francesas, generadores alemanes, y cañones ingleses de tipo Armstrong de 190 y 234 milímetros. Su velocidad máxima llegaba a los 23 nudos. Tenía una tecnología punta y su tripulación era de 670 personas.
Su compra costó 24.000.000 de dracmas (moneda griega hasta la llegada del euro). Un tercio del valor del crucero fue donación del benefactor nacional Georgios Averof, de quien recibió su nombre, mientras que el resto se cubrió por gastos estatales. Averof fue botado el 12 de marcho de 1910 y entregado a Grecia el 15 de mayo de 1911. Tras un corto viaje a Inglaterra con el motivo de la coronación del rey Jorge V, llegó a Atenas el 1 de septiembre donde fue recibido con gran entusiasmo por el pueblo griego, incluso por los líderes políticos y militares.
No pasó mucho tiempo hasta que el acorazado experimentó el bautismo de fuego. Las Guerras de los Balcanes de 1912-1913 son sin lugar a duda, los años más gloriosos de Georgios Averof. Tenía la oportunidad de imponer, ya desde el comienzo, su presencia a nivel operacional y cambiar el equilibrio en el Egeo. Fue su comandante, el almirante Pavlos Kountouriotis (posteriormente presidente de la República Griega), quien condujo a las fuerzas griegas a las victoriosas batallas navales de Elli el 3 de diciembre de 1912 y de Limnos el 5 de enero de 1913 contra los turcos, consiguiendo el control del Mar Egeo por parte de Grecia. En 1918, con el fin de la Primera Guerra Mundial, Grecia fue uno de los países ganadores. Averof ancló en el puerto de Constantinopla, donde izó la bandera griega. Más de 100.000 griegos se reunieron en el puerto donde emocionados disfrutaron del himno griego tocado por la banda desde la popa del crucero.
En 1922, el buque se encontró una vez más en las costas de Asia Menor para ayudar en el trasporte de las tropas y los refugiados en Grecia. Después de un periodo largo de conflictos y misiones, en 1925 se sometió a una revisión en un astillero en Francia donde permaneció tres años.
Durante la Segunda Guerra Mundial, con el colapso del frente en abril de 1941, el Ministerio de Marinería planeaba hundirlo debido a su antigüedad, para que no cayera en las manos del enemigo. Sin embargo, su tripulación por su propia iniciativa le llevó a Alejandría donde participaba en convoyes junto con la Marina Real británica en el Océano Índico. Tras la retirada de las tropas alemanas, el 16 de octubre de 1944 el acorazado llegó a Grecia trayendo consigo al gobierno griego exiliado.
Desde 1957 hasta 1983 estuvo amarrado en el puerto de la isla griega de Poros. En 1984 con la iniciativa de la Marina de guerra fue remolcado y trasladado a la región de Fáliro en Atenas para su restauración. El costo de los trabajos de mantenimiento se cubrió en una gran parte con donaciones privadas, las más importantes fueron las de la República Chipriota, la familia Niarchos y la Fundación Onasis. Averof es probablemente uno de los pocos si no el único acorazado en la historia naval mundial, asociado al destino de una nación por más de medio siglo. Hoy en día, se ha convertido en buque museo y está ubicado en el Parque de Tradición Marítima en Fáliro, símbolo imponente de la marina griega y del heroísmo. Es considerado uno de los monumentos más emblemáticos de Ática, visitado cada año por miles de personas tanto de Grecia como del extranjero.
C. S.