¡Pasear por el casco histórico de Atenas y tener la sensación de estar en una isla del Egeo! Eso es lo que siente el paseante de Anafiótica, un barrio encantador ubicado en la vertiente nordeste de la Acrópolis. Pequeñas casas encaladas con patios rodeados de plantas y flores, callejones empinados y escalones jalonados de tiestos de albahaca y romero componen una imagen inequívoca de una isla del Egeo. Además, su propio nombre remite a la pequeña isla cicládica de Anafi y su historia también; Anafiótica significa literalmente “el barrio de los naturales de Anafi”. Pero ¿qué buscaban los habitantes de Anafi en Atenas, cuándo llegaron y porqué reprodujeron su pueblo en el corazón de la capital griega? Vamos a solucionar esta intriga recurriendo a la historia.
La historia del barrio
El barrio fue creado en la década de 1860 y durante muchos años era considerado ilegal, puesto que desde la antigüedad era prohibido construir en esta zona. Durante el periodo del dominio otomano pasó a llamarse “piedras negras” por los esclavos de África que habitaban ahí.
En 1830, con la llegada del rey Oto, Atenas convertida ya en capital del recién creado Estado griego atraviesa un periodo de fiebre modernizadora. La necesidad de construir edificios públicos y, sobre todo, el palacio real llevó a reclutar los mejores albañiles de todo el país. Los habitantes de la pequeña Anafi gozaban de buena fama porque estaban acostumbrados a construir sus casas de piedra encaramadas a las rocas de la isla. Así que llegaron a Atenas para construir en un principio el palacio real. Cuando terminaron su trabajo quisieron quedarse en Atenas con la perspectiva de ser empleados en otros trabajos. Y como los terrenos urbanos se habían revalorizado mucho tras la capitalidad de Atenas, decidieron construir sus casas en la ladera de la Acrópolis, en suelo rústico en el que estaba prohibido construir por estar fuera del plan de urbanismo. Realizaron los trabajos de construcción a ritmos acelerados, hasta se dice que trabajaban de noche; Pero en una época de grandes turbulencias político-sociales, estas construcciones ilegales pasaron desapercibidas. Naturalmente, las autoridades se habían dado cuenta, pero se dice que el rey Oto, habiéndose quedado muy satisfecho del trabajo de los albañiles de Anafi, quiso que ellos permanecieran en Atenas para trabajar en la construcción de la nueva capital. Pero ya habían pasado algunos años y los isleños habían comenzado a sentir nostalgia y echar en falta su pueblo natal; decidieron entonces reconstruirlo en la ladera de la Acrópolis trayendo a Atenas su característico estilo de construcción.
Las primeras reacciones a esta urbanización ilegal llegaron, a finales del siglo XIX, principalmente por parte de los arqueólogos convencidos de que en sus cimientos se encontraban ocultos tesoros arqueológicos. Además, consideraban que este pequeño enclave cicládico alteraba la imagen del emplazamiento arqueológico de la Acrópolis. Hubo varios intentos de derrumbarlo pero en vano, ya que el Ayuntamiento no podía pagar las indemnizaciones debidas a los propietarios de las casas. Finalmente, fue en 1950, cuando se derribaron algunas casas para realizar excavaciones arqueológicas. Otra parte del barrio fue destruida por el régimen militar (1967-1974) para cuyos cánones estéticos el barrio de Anafiótica no era más que unas “chabolas pobres” en el corazón de la capital. La última vez que se tuvo que destruir algunas viviendas del barrio fue en 1997 cuando se puso en marcha un vasto proyecto de reurbanización de la zona de la Acrópolis.
Tras esta última intervención, el barrio permanece intacto; fue declarado patrimonio cultural y, actualmente, consta de 60 casas de las cuales 15 pertenecen al Servicio Arqueológico y el resto es habitado por los herederos de sus primeros propietarios. Es uno de los más bonitos de Atenas y de los más fotografiados; un pequeño oasis insular en pleno centro, una isla sin mar. De ese escenario idílico no podían faltar las pequeñas iglesias, algunas del siglo XIV. ¡Y lo más importante! Las vistas mágicas sobre todo Atenas que se disfrutan desde el punto más alto del barrio al que se accede por unos escalones.
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