Los acontecimientos políticos de las dos últimas semanas en Grecia se suceden con la velocidad de la luz. En medio de un tenso y polarizado ambiente político-social -que supone siempre el carácter dilemático de un referéndum– y con los bancos cerrados por el BCE, los griegos dijeron el 5 de julio un sonoro “no” a las propuestas de la inacabable austeridad que presentan los acreedores como única salida de la crisis económica.
Ha habido muchos análisis -a veces contradictorios- evocando distintos argumentos para explicar ese “no” mayoritario de los griegos, que resulta imposible citarlos en estas páginas. Sin embargo, podríamos destacar dos factores que jugaron un papel determinante a favor del “no”.
Primero, la descarada injerencia de muchas instituciones y líderes europeos, en concierto con los grandes medios de comunicación europeos y griegos, presagiando todos los males del mundo en caso de que venciera el “no”, ha acarreado los efectos contrarios. Fue interpretada por la mayoría de la gente como un intento de amordazar su derecho a la expresión libre y democrática.
Segundo, los partidarios del “sí” no han podido convencer a la mayoría de los griegos de que los programas de austeridad constituyen una solución eficaz. Han sufrido en su propia carne ocho en total programas de austeridad desde el inicio de la crisis en 2009 y conocen mejor que nadie que la austeridad es un antídoto que mata al paciente.
Alexis Tsipras reforzado
Pero, más allá de cualquier interpretación, una cosa que está clara es que el “no” del pasado domingo ha reforzado la posición negociadora del Gobierno frente a los acreedores. Además, Alexis Tsipras cuenta desde el lunes con “el mandato para negociar” de todos los líderes políticos griegos que, el día siguiente al referéndum, fueron convocados todos por el Primer Ministro en una reunión presidida por el Presidente de la República. Con este bagaje Tsipras acudió el martes a Bruselas reivindicando una solución definitiva y viable al tema de la deuda que pudiera encauzar la economía griega en la órbita del crecimiento. Al mismo tiempo, pidió al Mecanismo Europeo de Estabilidad un préstamo de tres años con el fin de cubrir las imperiosas necesidades de financiación del Estado griego.
A cambio el Gobierno griego ha sido llamado a presentar inmediatamente una propuesta detallada de reformas, la cual será debatida en el próximo eurogrupo del sábado y, en caso de que sean aceptadas, serán probablemente ratificadas por la cumbre extraordinaria de los “28” países de la U.E., hecho que prueba una vez más la dimensión europea de la crisis griega.
Esgrimiendo una vez más la amenaza del “grexit”, los acreedores han vuelto a colocar el país entre la espada y la pared. A ello habrá que añadir los problemas y presiones que crea “el corralito”, el arma más eficaz que tienen en sus manos los acreedores para presionar Grecia. Frente a ese super-arma europeo, Alexis Tsipras no puede sino esgrimir el único arma que dispone y que no es otro que el veredicto de los griegos expresado en el referéndum del domingo y su firme voluntad de reformar y modernizar el país. Los días que siguen hasta el sábado son muy críticos; por el momento se entrevé un clima relativamente positivo a un cuerdo. Creemos que al final reinará la lógica y el realismo.
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