«El hogar es donde uno se siente feliz y amado. Para mi ese hogar es Míkonos. Soy un mikoniano de México», dice en una de sus pocas entrevistas en el sitio web Greece-Is.com el artista Luis Orozco, o «Luisakos» (Luisito), como cariñosamente le llaman los habitantes de la isla griega de Míkonos.
Orozco, de 85 años, ha tenido una vida fascinante: estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes de México y luchó en la Guerra de Corea. Su primer viaje a Grecia con un par de amigos fue motivado por Henry Miller tras haber leído su obra ‘’El Coloso de Marusi».
‘’Empecé el viaje desde Nueva Orleans en un buque carguero Liberty, con un libro de aprendizaje del griego en una mano y una guitarra en la otra. Viajamos durante 40 días. Por la noche escuchaba las canciones de los marineros griegos; así que cuando llegamos al Pireo me sabía ya la letra de todas», comenta Orozco.
Corría el año 1960 cuando puso por primera vez el pie en Míkonos después de un viaje de once horas desde el puerto del Pireo. Una vez concluidas las vacaciones, sus amigos se fueron, pero él se quedó en la isla. El porqué nos lo explica él mismo: ‘’Dos son las cosas que me retuvieron aquí: primero, una mujer local que me cautivó u no dejó alejarme de su lado y, segundo, la luz de la isla que es ideal para un pintor’’.
Orozco se ha mantenido fiel a los elementos principales del paisaje de la isla que plasmó en todas sus obras: el mar, los pesqueros, sus callejuelas, sus gatos callejeros. Sin embargo, sus colores característicos son el verde intenso, fucsia y turquesa, hecho por lo que un crítico de arte le había acusado de intentar introducir los colores de México a Míkonos.
«Pero yo vi color en la isla», dice Orozco. «Vi cipreses de color verde intenso, paredes de piedra roja que adquiría una impresionante intensidad con el calor. Vi cómo la luz mágica de Delos se refractaba cada anochecer en los balcones y puertas de las casitas blancas de la isla. Míkonos puede ser una paloma blanca para el visitante, pero no es así para el artista».
Para alguien como Orozco, que ha viajado por todo el mundo, no supuso ningún problema encontrar una vida plena y feliz en un lugar tan pequeño. Llegó a su apogeo como artista con muchas exposiciones en el extranjero, alcanzando una vida plena y feliz. Se ha casado tres veces y tiene dos hijos; uno es artista en los Estados Unidos y el otro hizo su vida en Míkonos. Nunca se alejó de la isla y tampoco dejó de promoverla a través de su trabajo. Orozco había intentado vivir en otro país con su primera esposa, primero en Dinamarca y luego en España. «Fue entonces cuando me di cuenta de que prefería vivir en esta isla, en este sueño, en este tesoro arquitectónico», dice. «Te sientes cómodo incluso en el callejón más estrecho. En aquel entonces, las puertas se mantenían abiertas por la noche, todos se saludaban, los turistas estaban bien educados y los pescadores cantaban en la oscuridad. Nunca me he arrepentido de mi elección de vivir aquí. Uno tiene lo que se atreve. Me arriesgué y sobrevivi. ¡Y tuve suerte!».