Tras una larga ausencia de 20 años, Dimitris Yeros, vuelve a la capital griega con una peculiar colección elaborada casi en su totalidad en 2016.
Salvo algunos símbolos constantes en sus obras, -como la figura humana que corre, las nubes o el horizonte-, este nuevo trabajo de Yeros es completamente diferente al de los colores luminosos al que nos tenía acostumbrados hasta ahora. Se trata de lienzos monocolor, principalmente negros con algunos rojos que podrían ser considerados como continuación de las figuras en blanco y negro de mediados del s. XVIII o de la cerámica negra de la Grecia Antigua.
Más allá de los elementos nuevos en su estilo pictórico, su temática también varía considerablemente en esta nueva colección, aunque sigue presente su constante reflexión sobre el medio-ambiente. La mayor parte de su nuevo trabajo refleja la influencia del pintor por la triste coyuntura política y el problema de los refugiados que lo ha vivido muy de cerca, ya que pasa largas temporadas en Mitilini.
Hemos de recordar que no es la primera vez que Dimitris Yeros utiliza su trabajo para comentar y criticar la actualidad. En 1969 puso en riesgo su propia libertad cuando quiso manifestar su protesta contra la dictadura militar con una colección de cuadros negros de grandes dimensiones, cubiertos por alambradas a través de las cuales salía una luz roja intermitente. El color negro era el elemento principal, también, en su exposición de 1993 titulada “manchas”. Con estas obras, Yeros denunciaba el onscurantismo y la desinformación por una parte importante de la prensa diaria.
En su nuevo trabajo vemos, entre otros, figuras de monos con rostro humano, representando a los nuevos Animales Políticos que ignoran por completo a los pueblos y sus problemas. También, aparecen inmigrantes que luchan contra las olas, mientras que un ángel desnudo baja del cielo para estar a su lado sosteniendo un chaleco salvavidas que, a veces, toma la forma de una corona como una especie de recompensa por sus esfuerzos y, otras, la de una corona funeraria por los ahogados que no han conseguido completar su travesía por mar; en otras obras los inmigrantes aparecen amenazados por halcones y águilas gigantes en alusión directa a los salvajes traficantes turcos que se aprovechan de ellos de forma cruel; está presente, también, el artista-activista chino, Ai WeiWei mientras está realizando tomas de los infortunados orientales en su viaje hacia lo desconocido.
Dimitris Yeros pelea constantemente con los dilemas de la vida. Es austero y dramáticamente mordaz, enigmático y alusivo y con un inmenso sentido de crítica y de autosarcasmo. Crea imágenes de vida y de acción; imágenes alegóricas y con gran poder de transformación. Sus paisajes son huérfanos, de una soledad extraña y llenos de trampas; de ellos sale siempre un elemento vital que invierte todo equilibrio. Con un humor amargo y abundante autocrítica, el espectador sigue el camino solitario del individuo contemporáneo en constante movimiento que evita siempre y cierra sus ojos ante sus responsabilidades frente a su propia vida y al ambiente que le rodea.
La exposición estará en Atenas hasta el 18 de febrero y luego se trasladará a Tesalónica, Nicosia y Nueva York.
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