Maria Kodama, escritora, traductora y profesora de literatura argentina, se encontró en Atenas en su condición de Presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges para presidir el Congreso Internacional “Jorge Luis Borges: La leyenda y su legado a treinta años de su muerte”, que tuvo lugar en la capital helena durante los días 4 y 5 de noviembre.
Kodama siguió con sumo interés a más de una veintena de científicos que en las dos jornadas, organizadas por la Librería Española Nikolopoulos, indagaron a fondo en el universo literario de Borges, y atendió con paciencia y sobrada amabilidad a todos los representantes de prensa, entre los cuales estaba el nuestro.
En la breve pero amena charla que mantuvimos con ella nos precisó que entró en el mundo literario -en el que hoy ocupa un destacado lugar- muy joven y no por influencia de Borges: “De muy jovencita, yo sabía lo que quería hacer, ya tenía mis propias ideas”. Más bien reconoce la primera influencia de su padre quien le transmitió su sensibilidad artística, iniciándola en el mundo de la cultura. Hablando de su padre, recuerda con emoción que, cuando tenía cuatro años, le preguntó qué era la belleza. La respuesta de su padre llegó una semana más tarde con un libro de arte que contenía imágenes de esculturas griegas. Se detuvo en la Victoria de Samotracia y le dijo: “Esto es belleza”. “Todavía me acuerdo de la decepción que me llevé porque, siendo tan chica, no podía comprender cómo podía ser bella una figura sin cabeza y sin rostro”. Entonces mi padre me dijo: “Mira con atención los pliegues de su túnica y su movimiento ligero por la brisa del mar. Captar esa brisa para la eternidad solamente el arte puede lograrlo; eso es la belleza”.
El hilo de la conversación nos llevó inevitablemente a las fuentes de inspiración de Borges que alimentaban su inagotable imaginación. María Kodama nos lo explica: “Generalmente, se inspiraba en los sueños, los recordaba felizmente y los analizaba. A veces soñaba con algo, no servía para nada y, entonces, lo desechaba. A veces servía; en este caso pensaba. !A ver si lo cuento en un poema ! Y sobre eso elaboraba o el cuento o el poema. Era muy lindo porque, por ejemplo, cuando él me empezaba a dictar algo, cerraba fuerte los ojos y, cuando él empezaba a contar sílabas en el aire, ya sabía que me iba a dictar un poema. Era lindísimo, porque es como si no le bastara no ver para escribir sino que, al cerrar los ojos, quisiera entrar todavía más dentro de él mismo para poder dictar lo que sentía. Guardo de ello una imagen muy linda que está en los archivos de la Fundación”.
Como heredera del inmenso legado de uno de los más importantes autores del s.XX que no pocos llegaron a compararle con los grandes clásicos griegos, reconoce ser una “enorme responsabilidad” cuidar la memoria y la valiosa obra del escritor argentino que, a treinta años de su muerte, sigue ejerciendo una enorme fascinación por las indelebles huellas que dejó sobre el arte universal. “Al menos, eso demuestra la multitud de actos, homenajes e iniciativas conmemorativas que se organizan por todo el mundo”, resalta María Kodama.
Lo que nos sorprendió de esa mujer, de aspecto frágil y de un envidiable estilo juvenil, es que durante toda nuestra charla de cada palabra suya se desprendía el profundo amor y admiración que siente por el escritor argentino. Antes de despedirnos, se acordó de su »lindísimo» viaje a Creta durante el cual retrató a Borges en el trono del rey Minos. »Una imagen lindísima», repite con nostalgia.
Entrevista realizada por Margarita Adamu para Panorama Griego
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