Por Fabiola Ojeda*
 
Grecia para mí ha sido un país de muchas fascinaciones culturales, bellezas naturales y estilos de vida diferentes. La longevidad de sus habitantes se subentiende al conocer su aire, sus frutas y verduras, las producciones familiares de olivas y de aceites, de uvas y de vinos, de quesos. Sus siestas veraniegas, que ya sea debido al calor o por costumbre nos hacen que nos adaptemos a una nueva forma de vida, quizás más sana. Se produce en Grecia una interacción simple y amigable entre las personas, incluyendo esto a los barrios de la capital, donde la gente se conoce, se saluda y se presta ayuda. Prevalecen, además, en Grecia los códigos familiares que unen a sus miembros, característica que les ha servido muchísimo durante estos años de crisis. He visto como muchos jóvenes que han perdido sus trabajos han debido de volver a las típicas «casas familiares», construcciones de departamentos donde cada miembro hereda su vivienda. Por otra parte, es para un extranjero muy peculiar ver como los atenienses abandonan la ciudad durante el verano para irse a sus respectivos pueblos de origen, costumbre especialmente adorada por los niños quienes disfrutan de los meses de verano al mar, muchos en las islas donde viven sus familiares.

 
 
 
Atenas es una capital de cultura, donde en cualquier época del año se puede disfrutar de obras de teatro y conciertos, además por supuesto de sus museos y ruinas arqueológicas. Para mi ha sido muy interesante ver como desde temprana edad los niños van conociendo el significado del teatro y de la opera, ballet, teatro de títeres, museos para niños. Ha sido además para mí muy de mi agrado el poder trabajar durante estos años junto a la Opera Nacional de Atenas y participar en el «Proyecto Educativo Nacional-Barbero de Sevilla», llevando así una reducción de la tan famosa obra de Gioacchino Rossini a más de 200 escuelas públicas en todo el país. 
 
Grecia es todo un mundo de historia y de patrimonio cultural. Para entenderla hay que visitarla y vivirla, pisar sus suelos y sus rocas, ver sus monumentos y templos que trasportan a otra era, a un lugar por así decirlo casi «sagrado y místico». 
 
*Fabiola Ojeda, violoncellista chilena, reside hace seia años en Atenas. Es profesora, además de violoncello, en el Conservatorio de Música «Synchrono» en Pagrati y en la «American Hellenic University»
 
 

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