Piryí, es una localidad situada en la Mastijojoria de la isla de Quíos, con algo más de 1.000 habitantes, a 24 kilómetros al suroeste de la capital de la isla, Jora, y recibe su nombre de la torre medieval situada en el centro del pueblo.

Es un pueblo medieval de casas de piedra y revocadas, que se construyeron cerca la una de las otras o adosadas por razones defensivas y, por tanto, a modo de muralla, con estrechas y empedradas calles, magníficas iglesias y una población dedicada, fundamentalmente, a la extracción de mastija procedente del lentisco muy abundante, y a la agricultura en general.

La localidad es famosa por sus capitanes de barco, sus ristras de tomates secados al sol, porque se dice que allí estuvo Colón poco antes de comenzar su viaje a América y por su arquitectura.

Su arquitectura es única. Junto a la profusión de balcones llenos de flores está la decoración de sus fachadas, los xistá, que le dan un aspecto único.

Los xistá son un esgrafiado – de las voces latinas “ex” que significa “fuera” y “grapheirn”, “dibujo”, términos que sumados vendrían a reflejar la idea de un dibujo que se manifiesta mediante la extracción de materia y del italiano sgraffiato derivados de la palabra italiana «graffiare», proceden del griego «γράφω» (grafo) «escribir»-, que consiste en un grabado realizado sobre una superficie estofada, a partir de dos capas o colores, generalmente blanco y negro, y raramente en otros colores, con variados motivos, también generalmente, geométricos a los que se unen otros de carácter floral, superpuestos que permiten revelar formas o dibujos al retirar o rallar la capa exterior mediante un instrumento llamado grafio o punzón. Para ello, suelen utilizarse plantillas con motivos geométricos seriados y, en algunos casos singulares, o plantillas únicas.

Esta técnica, muy antigua, ya fue utilizada por los romanos, y se difundió en Italia durante el Renacimiento y seguramente de allí paso a Quíos y Piryí, durante la dominación genovesa de la isla.

El espectáculo produce una fuerte impresión en el visitante, que aumenta cuando éste procede de Segovia donde el esgrafiado es una decoración tradicional y muy abundante, que se remonta a los alarifes mudéjares, albañiles y/o arquitectos o maestros de obra. También en esta ciudad se utiliza la ornamentación geométrica, la vegetal e, incluso, la animal y la figura humana, y objetos arquitectónicos. En cuanto al color hay mucha variedad, pero predominan los blancos, amarillos, ocres y rojos, aunque se pueden encontrar otros colores.

Pedro Álvarez de Frutos

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