Tras la derrota griega en Asia Menor, en 1922, 1,5 millones de griegos tuvieron que abandonar sus hogares ancestrales y venir a Grecia. Para el Estado griego, a la sazón pobre y debilitado por una década de guerras continuas, eso supuso una gran carga ya que los refugiados representaban la cuarta parte de la población del país. Grecia salía destrozada y humillada de una contienda que fue para ella su mayor trauma histórico y, en medio de estas condiciones, tenía que acoger a una enorme cifra de refugiados. No tenía ni las infraestructuras ni los recursos para ello, razón por la cual optó por dispersarlos por todo el territorio; así una parte considerable se canalizó hacia el Norte de Grecia y los grandes centros urbanos, Tesalónica, Pireo y Atenas. Mal acogidos, al principio, por la población de la Grecia continental, estos griegos «extraños» para los autóctonos lo pasaron mal los primeros años, por no decir décadas, hasta poder instalarse definitivamente y rehacer sus vidas. Su integración fue difícil por lo que rápidamente se organizaron entre sí en grupos y comunidades como una necesidad imperativa de continuar y guardar su cultura y sus tradiciones.

Como era lógico Atenas recibió y albergó la mayor parte de los refugiados griegos de Asia Menor quienes fueron instalados en las afueras de los barrios residenciales de la época, es decir en los suburbios de Atenas y del Pireo, cerca del cinturón industrial que entonces empezaba a surgir (Kokkiniá, Drapetsona, Koridalós, Keratsini, Kalithea, Nea Ionía, Nea Filadelfia, Kesarianí, Vironas). Al principio se instalaron masivamente en campos improvisados, en pequeños alberges temporales y casas prefabricadas. Paralelamente, se puso en marcha la construcción de varios bloques de viviendas edificadas explícitamente para la acogida de los refugiados; La mayoría de ellos inspirados por el estilo arquitectónico Bauhaus eran pequeños inmuebles de dos o tres plantas, compuestos de apartamentos relativamente pequeños pero muy funcionales, de uno, dos y hasta tres dormitorios. Así que la instalación de los refugiados en Atenas confirió a la capital un modernismo arquitectónico y urbanístico que, desde entonces, constituye un elemento integrante no solamente de su apariencia sino, también, de su memoria colectiva.

prosfygika alexandras2En muchos puntos de Atenas se conservan hasta hoy las casas de los refugiados de aquella época. Hemos escogido un recorrido por los cuatro bloques -sitos en los barrios de Neos Kosmos, Ampelokipi, Petrálona y Víronas-, por su proximidad al centro histórico y su interés particular para la memoria arquitectónica de la capital.

Los ocho inmuebles ubicados en la avenida de Alexandras fueron construidos en 1934, en una zona deshabitada en aquel entonces, llena de viñedos; de ahí su nombre Ampelókipi que en griego significa explotación de viñas. Edificado sobre un solar de 14 hectáreas, el complejo residencial dispone de 228 apartamentos; el aspecto de degradación y abandono total que presentan, hoy, les ha colocado desde hace tiempo en el punto de mira de constructores e intereses diversos. La mayoría de los apartamentos pertenecen al Estado tras un procedimiento de expropiaciones obligatorias. Su estado de abandono les convierte a menudo en refugios para la nueva generación de refugiados (sirios, afganos e.t.c.) pero, también, para delincuentes, mendigos y toxicómanos. Distintas propuestas para su protección y renovación por el momento han sido frustradas.

El segundo bloque está ubicado en Neos Kosmos, un distrito colindante al centro de Atenas conocido, también, por su sobrenombre de Durguti. Exponente del mismo estilo dórico y funcional «Bauhaus» que el anterior bloque, posee edificios de cuatro pisos de varios apartamentos cada uno. Especial interés presenta la ordenación urbanística del barrio definida por amplios patios, plazas y zonas verdes. Hubo un intento de rehabilitación, sobre todo de las fachadas, antes de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004; pero desde entonces no ha habido ningún proyecto serio para su completa restauración. Su proximidad con la avenida de Singrú, centro económico-financiero de Atenas, y los cercanos hoteles de lujo abre el apetito inversor de distintos grupos económicos.

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El tercer bloque podría fácilmente ser definido como un «pequeño paraíso»; se trata del barrio de Asírmatos, haciendo referencia al edificio de comunicaciones inalámbricas de la Escuela de la Armada que funcionaba justo al lado hasta los años ´40. Ubicado a los pies de la colina de Filopapu, entre Petrálona y Theseion, el barrio se llama también Ataliótica, en honor a los primeros refugiados que se instalaron ahí provenientes de Atalia del Asia Menor. Durante los años ´50 se ordenó la construcción de 150 viviendas para los refugiados, utilizando las piedras ahí abandonadas por las construcciones de la Armada. Hoy todavía son muy solicitadas por su singular estilo arquitectónico, los patios y jardines florecidos que las rodean, la tranquilidad del paisaje y las excepcionales vistas hacia la colina de Filopapu, por un lado, y el puerto del Pireo, por otro.

Al lado de esas viviendas la arquitecta Elli Vasilikioti construyó, en 1967, un inmueble grande financiado por el Estado en el que encontraron alojamiento los últimos refugiados y, también, las familias que llegaban masivamente a Atenas con el gran éxodo rural de la segunda mitad del s. XX. De forma ligeramente elíptica, el edificio se parece a un motel americano, puesto que todos sus apartamentos dan hacia un patio común.

 

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