Fue una experiencia enriquecedora e inolvidable. Grecia evolucionó positivamente, y esta evolución fue aún mayor en los años anteriores a los Juegos Olímpicos. Entonces, se produjo un gran cambio general, especialmente notable en los transportes –metro de Atenas, trolebuses, etc.-, en las infraestructuras –mejoraron las carreteras, nuevo aeropuerto, autopistas, etc.-, los museos y el urbanismo de Atenas con calles más limpias, mejor pavimentadas e iluminadas, y la iluminación de los monumentos, entre otros aspectos.
Sin embargo, desde 2005 en adelante el desarrollo de las infraestructuras se detuvo, la autopista Egnatia y el Museo de la Acrópolis palian esta percepción, pero no la anulan, y el cuidado urbanístico de Atenas retrocedió. Actualmente, a esto se suman los efectos de la crisis económica.
En medio del retroceso de los estudios humanísticos en casi todos los sistemas de educativos, ¿cómo ha conseguido motivar el interés de sus alumnos por la civilización clásica?
Todos los alumnos que viajaron a Grecia no estaban interesados especialmente en la civilización clásica. De los treinta y cinco ó cuarenta alumnos que, de media, cada curso viajaban a Grecia, habría veinte o veinticinco alumnos interesados en las humanidades, la cultura clásica o las ciencias sociales, el resto asistían al viaje por el fuerte impacto cultural, el prestigio de la antigua Grecia, la preparación concienzuda del viaje, la abundancia de materiales didácticos y el desarrollo estricto del programa. Por otra parte, el viaje anual de los alumnos a Grecia era uno de los principales elementos motivadores para los alumnos de Cultura Clásica. Les permitía conocer los lugares, restos y manifestaciones de aquello que estudiaban en su lugar de origen, hacían realidad lo que estudiaban en los libros.
Grecia y España están sufriendo en los últimos años una crisis económica sin precedentes. Hay similitudes en los dos países ¿Nos puede aportar su opinión respecto a esto?
La crisis que ambos países padecen tiene varios orígenes. De una parte, el diseño del euro, a imagen y semejanza del marco alemán, y del BCE que sigue muy de cerca los dictados económicos de Alemania, han proporcionado financiación muy barata al desarrollo económico del sur de Europa, de forma que los bancos del norte colocaron, como inversión, su capital sobrante a los bancos del sur, que facilitaron crédito barato para gastos suntuarios fundamentalmente.
De otra, nuestros gobiernos sucesivos han gastado el dinero a manos llenas sin ocuparse del endeudamiento, la planificación estricta de las necesidades o los desequilibrios financieros, y los Bancos Centrales de cada país dejaron de vigilar de forma estricta los balances de los bancos comerciales y financieros permitiendo que éstos concedieran excesivos créditos e hipotecas de difícil cobro y se endeudaran con otros bancos por encima de sus posibilidades financieras si el crecimiento no continuaba.
La ciudadanía aunque en menor medida, y especialmente la clase media, también es responsable en parte. Dejó la política en manos de políticos “profesionales” y abandonó su participación -ahora vemos que la política es demasiado importante para dejarla exclusivamente en manos de los políticos. Además, quizá se dejó llevar, por falta de formación financiera, hacia el crédito fácil y el gasto suntuario.
Por último, recordar que desde el año 2000, aproximadamente, las ideas económicas neoconservadoras han dominado la escena política internacional y propiciado la desregulación de los mercados, es decir, el desmantelamiento de la vigilancia de éstos por parte del Estado, y que las ideologías de izquierdas, o sencillamente progresistas, se han visto arrolladas por la globalización, no extendieron el modelo socialdemócrata y padecieron de falta de previsión de sus pensadores y de programa político más allá de la extensión del consumo y el mantenimiento del estado de bienestar a base de emisiones de deuda pública en lugar de confiar en la recaudación tributaria.
Así, los gobiernos de distinto signo político renunciaron a la soberanía en representación de sus electores para obedecer los dictados de una nueva soberanía supraestatal que son los mercados. Es decir, los mercados a través de los gobiernos han expropiado el poder al pueblo (al demos), para privatizarlo en beneficio de los acreedores privados.
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