La pintura neohelénica nació al mismo tiempo con el estado griego, es decir en las primeras décadas del siglo XIX. Una larga tradición de iconografía post-bizantina y de tradiciones folclóricas persiste a lo largo de la ocupación otomana. Sin embargo, tras la liberación las nuevas generaciones buscan en el extranjero las nuevas tendencias en la pintura.
 
 
En gran parte del siglo XIX, la Escuela de Múnich predomina sobre el arte griego. Perteneciente a la corriente del “Academicismo”, la Escuela de Múnich marca el comienzo de la influencia de los movimientos artísticos alemanes en Grecia. Las obras de los artistas de esta escuela se caracterizan por una maniobra excelente del color al detrimento de la expresión, así como por una interpretación pomposa y teatral de las escenas representadas. Durante el reinado de Otón (1832-1862), se da un lugar preponderante a la pintura histórica con la idealización y la conmemoración de la lucha por la independencia, un factor crítico para el Estado recién formado.
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Durante la segunda mitad del siglo XIX, los pintores se inclinan por el costumbrismo, una forma idealizada del realismo con la representación de escenas tomadas de la vida en los centros urbanos o en la provincia. Los temas más frecuentes de ese periodo, son entre otros, el cada día de la vida rural y pastoral, los trabajos diarios, los momentos de celebración y de luto. El interés de los artistas está enfocado en la arquitectura, los costumbres, los objetos de la vida cotidiana. Los pintores de ese periodo se alejan de los retratos de los combatientes de la lucha por la libertad para retratar a los nuevos comerciantes y la burguesía.
 
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El siglo XX marca un punto de inflexión decisivo hasta una nueva realidad social, política y artística. París se convierte en la capital artística de Europa y en el lugar donde nacen todas las nuevas tendencias del arte. Con un viento de cambio, la pintura se libera de la realidad fisible y de la imitación estéril de la Escuela de Múnich. La escuela sigue siendo criticada cada vez más, por su insistencia en el realismo, su paleta oscura y sus grandes pinceladas. La influencia parisina ofrece a los artistas la posibilidad de acceder a la subjetividad al mismo tiempo que les permite una gran libertad de expresión. En medio de todos estos cambios se sitúa el advenimiento del Impresionismo, una corriente cuya difusión y duración fueron generalizadas. A pesar de las dificultades de obtener reconocimiento y luego ser aceptado en Grecia, el Impresionismo dio un nuevo impulso a la pintura. Aunque el origen de la corriente nos lleva al Norte de Europa, la luz mediterránea penetra a las pinturas impresionistas de los griegos. En particular, los pintores griegos representan este estilo gracias a las superficies difusas, las formas audaces, la ausencia de los detalles, y una paleta cromática fuerte.
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En 1917 se fundó el grupo “Arte”, representando en aquel momento lo más innovador en el campo de las artes visuales. El grupo quería expresar la necesidad de ir más allá del Academicismo y de la conexión directa con los movimientos del Modernismo. En la década de 1920 hubo un cambio de tendencia de la sensación a la cognición. Dicho cambio va acompañado de un retorno al antropocentrismo. Los pintores buscan por la inspiración no solo en la tradición sino también en las corrientes modernas. “La generación de los anos 30”  tiene como objetivo combinar el Modernismo europeo con la tradición indígena. Durante este década, la demanda de una “Grecidad” madura y los artistas buscan elementos de la tradición griega para unirles con el arte moderno, creando de este modo, un modernismo local. La demanda de esa generación es una demanda de fusión: un regreso a la tradición del país y la interpretación de este regreso a través del arte moderno. 
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Los artistas de la generación de los años 30 fueron muy abiertos a las nuevas corrientes pictóricas que aparecieron en el Europa occidental: el Fauvismo, el Expresionismo, el Cubismo, la Pintura Metafísica, la Pintura Abstracta y el Surrealismo. Sin embargo, los movimientos intelectuales más puros como el Cubismo y el Arte Abstracto, no fueron bien recibidos en Grecia, incluso por parte de los artistas.   

Alrededor de la década de 1960, los artistas griegos dejaron atrás el clima sofocante de la Grecia de la posguerra para viajar a varios centros europeos: Roma, París, Berlín. Sin embargo, la dictadura de los coroneles de 1967 interrumpió esa primavera artística innovadora que acabó de comenzar. Los artistas permanecieron en silencio, expresando de esta manera su resistencia al régimen.

La restauración de la democracia en 1974, liberó a los creadores, abriendo nuevas perspectivas para su propia expresión.  

(*Intro foto: Othon Pervolarakis (1887-1974) «Παπαρούνες»/ “Amapolas” 1918, sitio web de la Pinacoteca Nacional/ Museo Alexandros Soutsos.
 
Texto original en francés vía Grèce Hebdo y en italiano vía Punto Grecia.
 
[texto en español: C.S., redacción: A.K.]

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